martes, 13 de noviembre de 2012

LA PRINCESA PEREGRINA del Camino de Santiago del Norte


     Acabo de recibir un fantástico regalo. Se trata de un relato escrito por una peregrina que tuve la suerte de conocer hace unos días en el Albergue de Peregrinos de Miraz, en Asturias, al calor de una chimenea de leña... Las experiencias vividas durante más de un mes en el Camino del Norte le han inspirado estos párrafos, cargados de vivencias personales, y lo ha presentado a un concurso en 1000caminos.com.  Creo que, en un extraordinario ejercicio de síntesis de tan sólo 1000 palabras, recoge muchos sentimientos, ilusiones, sensaciones y pensamientos en los que, si alguna vez lo has vivido, seguro que te ves reflejado.

Aquí te lo dejo y, si te gusta, te pediría que hicieras "CLICK" AQUÍ para votar la obra y ayudar a su autora a ser reconocida por el jurado del Concurso de Relatos. 

Muchísimas gracias de antemano en su nombre por tu colaboración.

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LA PRINCESA PEREGRINA
Por Rocío Argüello Verbanaz


     Érase una vez una linda princesa que vivía en…

     Bueno, la verdad es que en este cuento moderno, nuestra princesa alquilaba un piso de 30 metros cuadrados, tenía un trabajo estable que no estaba mal, disfrutaba de su familia y, aunque no había príncipe en esta historia, siempre estaba rodeada de sus amigos.  Su vida era tranquila y ordenada, aunque… quizás demasiado.


     Llegó septiembre y, con él, las vacaciones de verano. Pocas ideas, ninguna opción definida de dónde disfrutarlas. Cierto día, la princesa se asomó a su ventana y vio que un caballero de la guardia real a punto estaba de irse de viaje. Se asombró al comprobar lo poco que llevaba como equipaje, y lo sencillo que parecía ponerse en marcha rumbo hacia lo desconocido. Fue entonces cuando lo decidió: prepararía unas pocas pertenencias, escogería un destino y se marcharía a la aventura. Y así fue. Se decidió por el conocido como Camino del Norte, el de la Costa, por la simple razón de que ella adoraba el mar. Compró un billete para el siguiente carruaje rumbo al Reino de Irún y partió sin demora.

     Y llegó a la primera de las posadas, conocida como Albergue de Peregrinos. Era un sitio de paso, donde uno no espera encontrar nada especial. Sin embargo, las últimas palabras pronunciadas por la amable hospitalera antes de abandonarlo, fueron como una pócima mágica, una bendición para el inicio de su aventura: 'El camino te dará lo que necesitas', le dijo. Qué frase tan bonita, pensó en su escepticismo... Sonrió. Iba a poner al camino a prueba. Y con ese preámbulo, empezó a andar.

     Acostumbrada como estaba a la vida sedentaria, nada sabía de peregrinar, de kilómetros, del dolor del cuerpo, de ampollas en los pies… ni de sentirse en familia entre desconocidos, de compartir la vida en cada paso, de seguir flechas, del 'Buen Camino, peregrino'... Tampoco sabía nada de querer tirar la toalla, de no poder dar un paso más, de la larga soledad hasta conseguir llegar al próximo albergue, de lo útil que resulta un bordón en una bajada... Era tanto lo que tendría que aprender…

     Pocos pasos había dado y, de pronto… El frío en la cara, el cielo más azul que nunca… Respiró profundamente. Ella, de pie, con su pequeña mochila a la espalda, sus botas de montaña, su diario de viaje, la credencial bien guardada. En aquel mismo momento lo supo: ¡se había convertido en peregrina! No tenía ninguna razón que explicara por qué se sentía así y, sin embargo, el corazón latiendo con fuerza, los ojos brillando, un escalofrío recorriendo todo su cuerpo y una energía que surgía desde lo más profundo de su ser, se lo confirmaban.

     Y nuestra princesa, ya convertida en peregrina, dio comienzo a su camino. Su rutina diaria, compartida con otros de su misma condición, era sencilla: levantarse al despuntar el alba, preparar sus pies con cuidado, recoger sus pocas posesiones, tomar un ColaCao y salir hacia lo desconocido. Un paso, un kilómetro, una etapa; un peregrino, una aldeana, un hospitalero; una flecha, un mojón, una vieira; el viento, el mar, la lluvia; una cerveza, un vino, una sidra… Su cuerpo se resentía por el esfuerzo, sus ojos no se cansaban de tanta belleza, su espíritu se fortalecía poco a poco.

     Etapa a etapa, nuestra joven Princesa Peregrina del Camino del Norte, fue descubriendo lo que el Camino tenía preparado para ella. Días espléndidos compartidos, con canciones que se convirtieron en banda sonora, bromas que sólo unos pocos entienden, palabras inventadas, risas al por mayor. Días largos en soledad, donde comprender que los tuyos, aunque lejos, están muy cerca en un SMS. Días dolorosos en los que uno quiere rendirse, cuando es necesaria una pausa, también parte del camino. Días difíciles en compañía, para darse cuenta de que el dolor compartido se hace menor y que un abrazo es la medicina más potente y sanadora. Amaneceres entre niebla que dejan sin respiración. Atardeceres desde el cansancio que relajan el espíritu. Sonrisas de complicidad.

     Un día, agotada y con dolor, se paró y levantó la vista. Se encontraba de pie en el Monte do Gozo, frente a unas lejanas agujas. Había oído que allá, en el Reino de Santiago, existía una Catedral que acogía con especial calor a los que allí llegaban. Entonces su espíritu, renovado de alegría y fuerza, la hizo caminar con premura, atraída por un repicar de campanas, junto con sus compañeros cada vez más emocionados. Majestuosa, abierta, libre… La plaza del Obradoiro estaba ahí para acogerlos y, en un gesto de victoria, nuestra protagonista levantó sus brazos al cielo, bordón en mano, para agradecer al universo tan magnífico recibimiento. Un último regalo tenía ese lugar mágico para ellos: el olor del incienso del Botafumeiro, que limpió y purificó tanto sus cuerpos como sus espíritus.

     Algunos días más pasaron y, de pronto, el fin de la tierra a la vista. La travesía había sido larga, pero finalmente el Faro de Finisterre estaba ahí, iluminando el infinito. Momentos especiales para nuestra Princesa Peregrina y sus amigos, con los que tantísimo había compartido. Quemar aquello que sobra, quedarse con lo importante; hacer pactos y sellarlos al son de un brindis en vasos de plástico. Amistades para siempre. Recuerdos eternos.

     Y colorín colorado…este cuento podría estar terminando... Pero nuestra Peregrina comprendió que esa experiencia había sido el inicio de 1000caminos por recorrer. Que el único equipaje y pasaporte que necesitaba eran su sonrisa y su corazón. Cuando inició su aventura, creía que era fuerte y valiente. Ahora ya lo sabía.

     Cuenta la leyenda que, nuestra Princesa, más Peregrina que nunca, siguió caminando. Y llegó al país de los Marahas y de las 1000 y una noches; recorrió los Himalayas y estudió arte en monasterios budistas… Lo último que se supo de ella es que estaba por partir hacia el Nuevo Continente… Pero un cuento es un cuento y nunca sabremos si fue cierto o no… Lo que es seguro es que su sonrisa, siempre la acompañó.




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