De Los Arcos a Logroño
Viernes, 28 de Octubre de 2011
Se levanta el día en Los Arcos, y con él los peregrinos del albergue se preparan para comenzar una nueva etapa. Yo tengo hoy un sentimiento agridulce... Dulce porque el Camino me espera un día más, con 30 Kms por delante hasta llegar a Logroño, pero agrio al mismo tiempo porque me quedo sin compañero, ya que Gabi debe volverse a Donosti debido a los problemas con su calzado. Así que, con las primeras luces, buscamos un bar para desayunar juntos un café con leche y una tostada con tomate y aceite antes de despedirnos "hasta la próxima". Espero que sea pronto...
Dejé Los Arcos en el momento en que el majestuoso campanario de la iglesia de Santa María daba las 8 de la mañana. Un cielo despejado, una temperatura agradable y en el horizonte empezaba a clarear el día. El amanecer es el momento elegido por la mayoría de los peregrinos para empezar el Camino, y en los primeros tramos me encontré con la muchacha francesa con el gorro de lana blanco que nos encontramos Estanis y yo subiendo a Roncesvalles el primer día, y al Jordi, la Ana y la Trini de Blanes que, tras curarse las ampollas de los pies, seguían ruta hacia La Rioja. He llegado a las proximidades de Sansol cuando el reloj de su torre daba las nueve, y lo hice en compañía de un perro vagabundo y flaco, de color canela y blanco, que se unió a mi paseo durante los dos Km anteriores a Sansol.
El sol naciente me saludó durante unos minutos a la llegada al pueblo, y moviéndose veloz fue tornando brillante el color del campo y después el de las casas del pueblo, aunque tan sólo lo hizo durante unos instantes. Fue una suerte llegar allí en ese preciso instante...
A menos de un Km de Sansol me esperaba Torres del Río, lugar de albergues que el trío de leoneses había decidido alcanzar el día anterior. La vista del pueblo desde lo alto, parado en un recodo del camino, era muy atractiva.
Y al pasar por el centro del pueblo descubrí que guardaba una verdadera joya arquitectónica: la Iglesia del Santo Sepulcro, que reproduce a escala el templo de Jerusalén y evoca la de Eunate. Construida a finales del siglo XII, presenta una planta octogonal y un alzado de tres cuerpos. En su interior destaca la cúpula de nervios entrecruzados, que dejan libre el centro para albergar un cupulino, formando una estrella de ocho puntas de claro influjo musulmán.
A partir de Torres del Río me esperaban 11 Kms de ruta hasta alcanzar el siguiente núcleo urbano de importancia de la etapa de hoy. Las huellas iban quedando atrás con cada paso, mientras algunas torres de piedra, trabajo minucioso de anteriores caminantes pasados por estos lares, se erguían orgullosas a los lados de la senda. Cuando llevaba caminados tres kilómetros desde Torres del Río pasé junto a la ermita de Nuestra Señora del Poyo, pequeña iglesia de construcción simple, que alberga en su interior una talla medieval de la virgen María. La Rioja estaba a poco más de 13 kilómetros, y Logroño cuatro kilómetros más lejos.
Las vides, luminosas y cargadas de colorido, dominaban el entorno. Otros días habían sido las nueces, pero en esta etapa fueron los racimos de uva tempranillo, negros y dulces, restos de la reciente vendimia, los que me avituallaron a lo largo del recorrido. Y también algunas almendras que, tras la experiencia de días anteriores, me aseguré de que no amargaran según las iba recogiendo.
El camino entre Torres y Viana transcurre por quebradas colinas, que tenemos que superar para descender poco a poco al gran Valle del Ebro a través de terrazas y ásperas barranqueras. Desde lo alto se puede vislumbrar a lo lejos el comienzo de la Sierra de Cantabria, en esta ocasión cubiertas de nubes, y que son la barrera natural que marca el norte de este gran valle. Allí me crucé con tres peregrinas granadinas, que habían pernoctado en Torres y que comenzaron a caminar tras darse el lujo de levantarse tarde. Yo dejé atrás a las granadinas, pero a mí me adelantó, como una bala, el runner de habla inglesa y con mochila a la espalda que aparece en la foto. En un segundo, mientras nos cruzábamos, me comentó que estaba haciendo el camino corriendo... Bueno, eso es lo que me dijo a mí, pero tras comentarios posteriores con varios peregrinos que también se cruzaron con él, parece ser que corría a trozos, quizás tan sólo alardeando de velocidad cuando se cruzaba con algún caminante... (Ja, ja, ja... Si la envidia fuera tiña, cuántos tiñosos habría!!!)
La variedad forestal de esta zona es admirable. A las viñas las acompañan los olivos, cargados de verdes aceitunas, junto con los rebollos y sus bellotas, los almendros, los pinos... y todos esos frutos son comestibles. El Camino en este punto cruza la N-111 en varias ocasiones, y en una de ellas la conductora de una furgoneta me saludó a su paso. Se trataba de una de las madres de las familias numerosas francesas que habían llegado la tarde anterior a Los Arcos, y que probablemente se había adelantado para preparar el alojamiento en Viana o en Logroño de toda la troupe. No les volví a ver en el resto de mi viaje, ni he coincidido con ellos después, pero estoy convencido de que llegaron a Santiago. Sería interesante conocer el resto de su historia...
Desde lo alto de las colinas se podía admirar un impresionante mosaico de color cubriendo el valle, donde los viñedos otoñales contrastaban con los árboles verdes y perennes de las laderas. Los sinuosos caminos de tierra se iban adaptando al terreno, y me ayudaron a atravesar este paraje irregular. En una revuelta del camino me encontré con el peregrino americano de la etapa anterior, que recuperado ligeramente de sus ampollas en los pies, se encontraba recargando pilas al borde de la pista junto a dos peregrinos más.
Viana es un espléndido conjunto histórico-artístico que se alza en lo alto de un cerro. La ciudad, fortificada y con estrechas calles en su interior, fue fundada por Sancho VII el fuerte en 1219, y dio título al heredero del trono navarro desde 1423. Al llegar a sus inmediaciones alcancé a la pareja de coreanos con los que coincidí el día anterior frente a la fuente del vino del Monasterio de Irache, y observé que todavía no habían dado cuenta de la totalidad del oscuro liquido escanciado del famoso caño. Sería mucho lo que cogieron?
Eran las once y media cuando llegué a Viana, una hora fantástica para reponer fuerzas en esta interesante ciudad. Entré a tomar un café con pincho de tortilla (tentenpié habitual para esta hora) en un atractivo bar del centro del pueblo, y allí me encontré con el trío de leoneses, que habían partido de Torres, y que entraron a almorzar y a reponer el vicio (llámese tabaco en esta ocasión...) en el mismo sitio que yo. Parece que tenemos gustos parecido en cuanto a los locales que frecuentamos...
Viana, ciudad del homónimo Marques de Viana, familia de los Borgia, y que ostenta el título de “Muy Noble y Leal Ciudad de Viana Cabeza del Principado de Navarra”, posee interesantes murallas, edificios señoriales e iglesias monumentales. Entre ellos destacan el Balcón de Toros, de estilo barroco situado en la Plaza del Coso, con su fachada de sillería donde destaca una galería con balcones sobre soportales, con dos torrecillas de ladrillo emergiendo sobre los laterales. O la Casa Consistorial, también barroca, cuyos siete balcones se alzan sobre unos magníficos soportales en la Plaza Mayor, lugar de cruce de las principales vías de la ciudad y centro neurálgico de la actividad social.
En cuanto a los edificios religioso destaca la iglesia de Santa María de la Asunción, construida inicialmente a finales del siglo XIII con carácter de fortaleza, presenta una torre renacentista de estilo herreriano construida por Juan y Martín Larrañaga entre 1584 y 1593. Al oeste se abre una sencilla puerta gótica, con la imagen de la Virgen con el niño, mientras que la portada renacentista, hacia el este, es un auténtico retablo en piedra, donde se muestran diferentes escenas de la vida de Jesús.
Otro referente es la iglesia de San Pedro, primer templo que se levantó en el siglo XIII en la por entonces villa. Se alzaba en una posición estratégica, en el flanco oeste del recinto amurallado, donde se elevaba su potente torreón. La portada barroca, construida entre 1740 y 1743, consiste en un arco de medio punto, sobre grandes columnas, y remate en hornacina con aletones, que encierra la imagen de San Pedro.
Santiago de Compostela, según indicaba un artesano indicador que descubrí en el centro de la ciudad, se halla a 623 Km de Viana. Tras despedirme del trío leonés después de emplazarles en Logroño, continué ruta camino de la ya próxima Comunidad de La Rioja. Los viñedos fueron compañeros inseparables del camino, mostrando sus espléndidos colores otoñales que yo iba buscando cuando decidí recorrer el Camino en esta época. Estaba encantado con el aspecto del campo, lo que alguien refrendaba en una gran expresión artística graffitera. Aunque, se referiría al campo? O se lo manifestaba a alguna peregrina que podría pasar por allí?
Algunas deliciosas uvas más, de gran dulzura, me ayudaron a reponer fuerzas antes de llegar a la linea divisoria entre dos regiones de buenos vinos, Navarra y La Rioja, y que deja a Álava justo al lado. El cambio de región no es perceptible en el terreno, pues la diferencia marcada por los ríos nunca es tan brusca como la ocasionada por las montañas, pero se hace notar cuando se llega a Logroño y se escuchan el especial habla y los característicos modos.
La llegada a Logroño transcurrió siguiendo cuatro Kms por un camino de color rojo vino, el color de los caldos producidos por estas cepas de tempranillo características de la zona. Cepas viejas, retorcidas, multicolores y atractivas, de donde colgaban racimos con granos de uva recubiertas por sus ceras y levaduras. Tanto los frutos de las vides como el color del camino eran un buen presagio de la buena mesa que esperaba encontrarme después, a la hora de comer. En el Norte se come muy bien, pero la cocina de La Rioja no se queda atrás...
A un par de kilómetros de Logroño me encontré con el curioso tenderete de Felisa, dedicado a ayudar al peregrino al borde del Camino, cuyo sello estampado en mi credencial rezaba "Felisa, Higos - Agua y Amor". Curioso, cuando menos, el eslogan. Desde allí se podía ya ver la ciudad de Logroño, la segunda gran ciudad del Camino Francés comenzado en Francia. Las torres de sus templos (y de lo que no son sus templos) se recortaban en el horizonte, y la ciudad se dibujaba sobre las suaves colinas del sur de la ciudad.
Y para llegar a Logroño sólo quedaba cruzar el Río Ebro, quien da nombre a este magnífico valle. Para conectar ambas orillas de este río caudaloso y de importante anchura en este punto, la ciudad cuenta con cuatro puentes. El más emblemático de todos ellos y por donde transcurre el Camino de Santiago es el Puente de Piedra, también conocido como Puente de San Juan de Ortega, que consta de siete arcos entre pilares cilíndricos y tiene una longitud de 198 metros. Fue construido en 1884 tras el derrumbe en 1871 del antiguo puente existente en ese mismo lugar.
Llegué al albergue municipal de peregrinos de Logroño, situado en el número 32 de la Rúavieja, poco después de las 13:30, y estuve esperando hasta la hora de apertura, a las 2 de la tarde, junto a Julian, otro peregrino catalán de Badalona. Se estaba haciendo la hora de comer, y el mural de tres pisos de altura que se levantaba junto al albergue, ponía a prueba los jugos gástricos, ya de por sí revolucionados. El albergue, acogedor y con bastante capacidad, abrió puntualmente y, tras una gratificante ducha, ocupé la litera que el hospitalero me había asignado para pasar la noche.
El trío de leoneses, Mauro, José Enrique y Jesús, se alojó también en el albergue municipal, y decidimos ir a comer los cuatro junto con Julian. El Café Moderno, negocio con solera establecido en Logroño desde 1916 y situado en la Plaza Martínez Zaporta, fue el elegido en esta ocasión. Y no nos defraudó. El ambiente, con las paredes decoradas con cientos de fotografías y documentos diversos, nos envolvió en el entorno de un auténtico museo vivo, rebosante de comensales.
De un variado menú degusté los garbanzos con guindillas y el bacalao a la riojana, tomando como postre un milhojas con crema que acompañó al café cortado, y acabando con un par de chupitos de pacharán. Y no quiero olvidarme del buen rioja cosechero que regó todos los platos. Comimos sin prisa, y la comida junto con la reposada sobremesa ayudaron a reparar el cansancio de la mañana.
Y tras comer, mientras otros se fueron a echar la siesta, yo preferí darme una vueltecita por Logroño para conocer esta agradable ciudad, y donde descubrí el Paseo del Espolón, de igual nombre que el de Burgos, con el monumento ecuestre de Espartero, la calle Portales, la zona de tapas en la calle Laurel y la calle San Juan... En uno de los lados de la bonita plaza del Mercado se levanta la Concatedral de Santa María de la Redonda, cuyos orígenes datan del siglo IX. La fachada principal está flanqueada por dos esbeltas torres gemelas que hacen la función de campanarios, y que constituyen el icono que representa a la ciudad. Entre las dos torres se encuentra una fachada-retablo en piedra sobre la puerta principal, y cerrando el paso se levanta una hermosa verja. La factura actual se construyó entre los siglos XVI y XVIII, con una estructura de tres naves y girola. En su interior alberga numerosas riquezas de estilo barroco, como su magnífico retablo mayor. Alzando la vista desde el pasillo centras se contempla algo similar a un grandioso palmeral de piedra formando la estructura de las bóbedas principales.
Como en la mayoría de los núcleos urbanos por donde discurre el Camino de Santiago, en Logroño también encontramos una de sus iglesia dedicada al Apóstol Santiago, que data del siglo XVI, y en cuya fachada principal podemos ver al santo Matamoros galopando sobre su brioso corcel.
Y ya va siendo hora de salir a la calle Laurel a tomar unas tapitas riojanas que nos hagan de cena a todo el grupo de compañeros peregrinos. Trini y sus amigos Jordi y Ana, de Blanes, Julian, de Badalona, Mauro, José Enrique y Jesús, de León, y yo degustamos con deleite las especialidades de los diferentes bares de la zona de tapas, y disfrutamos de un gran ambiente nocturno.
Pero qué bonita es La Rioja, y qué bien se come...!!! Y no os digo nada de lo bien que se bebe... Casi nos cierran el albergue. Los olores de las calles Laurel y San Juan de Logroño nos tuvieron atrapados hasta el último segundo. Cada bar con su tapa exclusiva, donde no había que pedir el qué, sino cuántos... 5 (de champiñones), 6 (de chorizo), 5 más (de solomillo con puré de manzana.)... Total, que las 10 de la noche se nos echaron encima muy temprano, y tuvimos que regresar de forma precipitada por las iluminadas calles de Logroño antes de lo que nos hubiese gustado. Casi nos dejan en la calle... pero llegamos, finalmente, a dormir en el albergue, a dos pasos de la Catedral de Santa María de la Redonda. A la cama nos metimos a oscuras (el toque de queda era a las 10...), y gracias al reflejo de una linterna lejana conseguí ponerme el pijama del derecho (aunque la esencia de La Rioja también contribuía a que las cosas parecieran del revés...). Y con el espíritu alegre y las pilas recargadas gracias a la buena comida, nos metimos en las literas a descansar para poder superar los 30 Km que nos esperaban al día siguiente hasta llegar a Nájera. Pero eso será otra historia para contar en una nueva entrada...
"Un día mas, o menos según se cuente... Y un sentimiento doble y contrapuesto me embarga en estos momentos: la alegría de haber llegado a Logroño tras los 30 Km de hoy con ganas de seguir caminando hasta... yo qué se dónde!!! (el infinito y mas allá...) y la pena de haber tenido que hacerlos en solitario debido a la vuelta a Donosti de Gabi. Pero bueno, las cosas ocurren y no siempre se pueden cambiar...
Mañana nos esperan 30 Kms hasta llegar a Najera... Pero eso sera otra historia...
Cuidaros mucho y, sobre todo, no dejéis de sonreír y sed felices.
Hasta mañana !!!" Logroño, 28-Oct-2011.
Próxima Etapa: Camino de Santiago Francés - Octava Etapa. De Logroño a Nájera
Etapa anterior: Camino de Santiago Francés - Sexta Etapa. De Estella a Los Arcos
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