Domingo, 23 de Octubre de 2011
Domingo por la mañana en el albergue de Roncesvalles (Oreaga). Hay una colonia numerosa de orientales que se han levantado pronto y comienzan a desfilar camino de su próximo destino. Estanis y yo nos levantamos para desayunar juntos antes de que salga el sol y a eso de las 8:30, cuando las primeras luces despuntan sobre el horizonte pirenaico, me despido de Estanis, que volverá a su casa desde Saint Jean Pied de Port, a donde le llevarán amablemente los músicos de Vermon (USA) que conocimos cenando la noche anterior.
Una temperatura fresca a la vez que agradable me acompañará durante toda la mañana, camino de Larrasoaña. Estoy a 790 Km de Santiago de Compostela y, aunque no tengo pensado llegar hasta allí en esta ocasión, me vienen a la memoria los agradables momentos que pasé en aquella ciudad en Mayo pasado en compañía de mis amigos peregrinos.
El camino desde Roncesvalles comienza discurriendo paralelo a la carretera, junto a viejas hayas que me hacen recordar el majestuoso hayedo recorrido en la tarde anterior. La luz es más mortecina, pero el paso en solitario por este bosque de akellarres o brujerías, es igualmente embriagador. Por algo los monjes de Roncesvalles, que no eran tontos, tienen en este entorno su particular "Paseo de los Canónigos".
Disfrutando del silencio, roto solamente por el sonido de mis pasos y mi bastón, llegué hasta el pueblo de Burguete (Auritz), lugar de bonitas casonas con tejados a cuatro aguas y regatos que circulan por sus calles, indicando la dureza del invierno de estos parajes, con abundantes lluvias y nevadas. A las puertas de su iglesia de San Nicolás coincidí con el grupo de orientales que salió de Roncesvalles por la mañana, y tras entablar una breve conversación con ellos me enteré de que eran Coreanos, una nueva nacionalidad a añadir a la lista de peregrinos.
Dejé Burguete atrás cruzando el río Urrobi por un sencillo puente y enseguida me encontré con una importante muestra de las fuentes de ingresos más importantes de esta zona: la ganadería. Caballos y vacas se esparcían por los prados cercanos, y los peregrinos que pasaban por estos parajes intentaban hacer nuevas amistades.
Sigo camino hacia Zubiri en busca del siguiente pueblo, Espinal, y poco a poco me voy alejando de los Pirineos en descenso hacia Pamplona, disfrutando de la sombra de los árboles abundantes que encuentro en el camino y que luego, posiblemente, añoraré al llegar a la agreste meseta castellana.
Pasé por Espinal (Aurizberri) sin mayores contratiempos, sobrepasando al llegar al pueblo a la familia con dos niños que había dormido en las literas próxima a las nuestras en Roncesvalles. La iglesia de San Bartolomé se levantaba próxima a la carretera, y en estricto orden junto a una tapia se amontonaban infinidad de tacos de madera de haya que ayudarán a pasar el crudo invierno a sus dueños.
Tras pasar Espinal, el camino discurre por una zona boscosa, dedicada en parte al pastoreo, como lo indican las distintas cancelas que hay que cruzar hasta llegar al Alto de Mezkiritz.
El bosque frondoso continuó en el camino casi hasta llegar a Bizkarreta, y en sus húmedos sombríos descubrí diversas clases de setas que se me antojaron urbanizaciones exóticas colgando de las paredes de un enorme acantilado sobre el valle pirenaico.
El bosque escondía además numerosas otras especies típicas de estos lares, como helechos, boj y acebos con sus frutos, preámbulo temprano de la próxima Navidad
y las cunetas del camino se cubrían de miles de estrellas, formas caprichosas de la naturaleza en las que, probablemente, más de un imaginativo artista se habrá inspirado en algún momento
A mitad de camino, justo al llegar al río Erro y antes de alcanzar Bizkarreta, me detuve a reponer fuerzas a la orilla del río. Los bocadillos de jamón con tomate que nos quedaron del día anterior junto con el agua que llevaba en mi botella me sirvieron de intendencia en esta mañana de domingo. Junté el contenido de los dos bocatas en uno sólo, y guardé el pan del segundo para una posible emergencia. El río no era caudaloso, y en los remansos de sus orillas crecían verdes algas que, como telas de araña, atrapaban las hojas que el otoño arrebataba a los árboles cercanos.
Y así llegué hasta Bizkarreta (Gerendiain), pueblo señorial con grandes casonas bien conservadas, cuyas fachadas recuerdan a los propietarios responsables de su construcción y el año en que esta ocurrió. Los vecinos de Bizkarreta muestran claramente su entusiasmo por mantener este pueblo limpio, atractivo y bien conservado, un bonito ejemplo de lo que debería ocurrir en todos los pueblos de España.
El camino desde aquí hasta Lintzoáin me llevó por caminos salpicados de endrinos con sus frutos maduros, a punto para ser utilizados para preparar el famoso licor navarro, dulce y de color rojo, y luego por el sombreado robledal de Muskilda, hasta llegar al pueblo desde donde comienza la ascensión al Alto de Erro.
Desde Lintzoáin a Zubiri, la capital del Valle de Esteríbar, restan algo más de 8 Km, la mitad de ellos ascendiendo hasta el Alto de Erro, a 801 m de altitud, y la otra mitad en descenso hasta Zubiri. El ascenso no me resultó muy difícil, sobre todo en comparación con las rampas del día anterior. La naturaleza seguía su curso y la lucha por la vida se me presentó en toda su crudeza junto a la puntera de mi bota en mitad del camino: una mantis de unos 8 centímetros estaba dando cuenta de un desdichado insecto, atrapado entre sus patas.
Mientras subía a lo alto del puerto se podía observar en la falda de la montaña un extenso bosque mixto, compuesto principalmente por robles, abedules y pinos. Una señal de STOP "tuneada" que encontré en uno de los cruces me hizo recapacitar en su mensaje, adecuado no sólo para la etapa de ese día, ni sólo para el Camino, sino también para ser utilizado en el día a día de cada uno. Un buen principio para la vida, ¿no te parece?.
Para llegar a Zubiri sólo quedaban 4 kilómetros de descenso, llegando a los 528 metros de altitud tras cruzar un frondoso bosque. Las hayas eran las reinas del lugar al principio, pasando después el protagonismo a las encinas y posteriormente a los pinos al final del descenso. Los rayos del sol resaltaban los colores otoñales en todos los rincones del camino.
Los habitantes del bosque salieron a saludarme, como esta culebra de color cobrizo que, con rápidos movimientos zigzagueantes, se escondió entre la hojarasca. Y un poco más allá, una señal muy original marcaba la dirección del Camino, aunque no se trataba en esta ocasión de una flecha amarilla ni de una concha de peregrino. Buen uso para unas botas rotas...!!!
Un puente medieval sobre el río Arga, popularmente conocido como el puente de la rabia, me estaba esperando a la entrada de Zubiri, donde llegué a eso del mediodía. El cauce fluvial del Arga discurre por el valle navarro de Esteríbar camino de Pamplona, mi destino de la próxima etapa.
Me detuve para reponer líquidos en una de las cantinas del pueblo, y tras evaluar el quedarme en el albergue o seguir un tramo más hasta Larrasoaña, decidí seguir el camino ya que el tiempo acompañaba, y las previsiones de lluvia para el día siguiente invitaban a avanzar para acercarse a Pamplona lo más posible. Un vistazo de Zubiri desde el camino, en la ribera izquierda del Arga, me mostró una población con importantes casonas y edificios señoriales.
Una senda con firme de cantos de río me llevó frente a uno de los puntos negros de la ruta, MAGNA, una fábrica de magnesitas, con sus depósitos de escoria, lodos y residuos que cubren una importante superficie a su alrededor, y que fue preciso rodear a lo largo de más de un kilómetro.
El polvo del mineral impregna todos los alrededores y difuminan la señalización de la ruta, lo que hizo que me perdiera y tuviera que reandar monte a través parte de lo andado. Finalmente llegué, bastante molesto por lo ocurrido, a Ilarratz y desde allí a Ezquirotz, pequeñas poblaciones con importantes casonas bien conservadas.
Y por fin llegué a Larrasoaña cruzando su puente medieval sobre el Arga, donde un modesto albergue me acogió a mi llegada. Allí me encontré, entre otros, con un trio de leoneses, una riojana que estaba haciendo el recorrido al revés, desde Pamplona a Roncesvalles, una pareja de vascos, un francés, obsesionado por acordar con el resto el dejar las ventanas de la habitación abiertas por la noche, y una coreana del grupo de orientales que pernoctaron en Roncesvalles la noche anterior.
Un rápido reconocimiento del lugar me mostró un pequeño pueblo con un importante pasado, lo que pude deducir de las importantes construcciones medievales que se levantaban en su calle principal, con fachadas blasonadas e importantes balconadas, la más antigua de ellas datada en el año 1500.
Llegué a Larrasoaña hacia las tres y media de la tarde, con hambre canina, pero lo único que me pude echar a la boca fue el pan del bocata que había guardado en la mochila a la hora del almuerzo y las nueces caídas de un nogal que crecía a la orilla del río. El único bar del pueblo cerraba los domingos, y la única opción viable donde avituallarse era una tienda de ultramarinos, pero que sólo abría a partir de las 6 de la tarde. Así que esperé al sol comiendo nueces, junto a la orilla del río Arga que, igual que las aguas del Oca caminan al mar, esperaba que las de este río navarro me llevaran al día siguiente hacia la capital Navarra, donde tenía pensado encontrarme con mi amigo Gabi.
Finalmente cené lo que la dueña de la tienda de ultramarinos me preparó (pizza y ensalada), me enteré de la trágica muerte de Marco Simoncelli en el Gran Premio de Malasia, y al volver al albergue, ya entrada la noche, me encontré con una de las estampas de este viaje que perdurarán por largo tiempo en mi memoria. Sentados en las escaleras de la entrada a una casa de Larrasoaña, 14 niños de edades comprendidas entre los 3 y los 16 años aguardaban en silencio, sentados en la noche junto a dos mujeres, la llegada de un vehículo. Creí que eran los alumnos de una clase que, tras una excursión de fin de semana, estaban aguardando la furgoneta que los venía a recoger, pero resultaron ser dos familias francesas, una con 8 hijos y otra con 6, que habían empezado a recorrer el Camino de Santiago desde Saint Jean Pied de Port, y que pensaban llegar hasta Galicia caminando, con el apoyo de dos furgonetas. Iban a buscar un lugar apropiado, en plena oscuridad, donde plantar una tienda de campaña para dormir. El proyecto se me antojó toda una heroicidad.... Buena suerte, buenas noches y... Buen Camino, familias !!!!!
"Roncesvalles quedó ya atrás... Desde los hayedos ancestrales del Pirineo hasta los chopos de la ribera del rio Arga en Larrasoaña, he pasado por el paseo de los canónigos, bosques enbrujados, akelarres, cruces santificadores, el robledal de Muskilda con su sotobosque de boj y algún que otro tejo, pinares de pino negro, y rebollos y encinas en las últimas cotas... todo siguiendo un descenso continuado y suave hasta el valle... La etapa de hoy en relación a la de ayer parece un paseo para embarazados (lo siento, Estanis...). En el camino he pasado varios puentecitos sobre arroyos secos... Dicen que la sequía es la peor que recuerdan los mas viejos del lugar, y que no hay setas, aunque yo he encontrado alguna que otra colonia, parecidas a urbanizaciones en la ladera de un precipicio, a las que, como no se de ese tema, ni tan siquiera he tocado.
Pueblos con historia y casonas señoriales, y bien cuidados. Había pensado quedarme en Zubiri, pero como parece que mañana va a llover, he preferido acercarme un poco más a Pamplona y llegar hasta Larrasoaña, a 15 Km de la capital, donde nunca he estado. Mañana, ir al encuentro con mi amigo Gabi va a ser un paseo... Le esperaré visitando el escenario del "chupinazo" y paseando por el recorrido de los famosos encierros, que todos los años veo por la tele. Será menos peligroso, pero espero sentir los cantos de los mozos a San Fermín y el sonido de los cascos de los toros sobre los adoquines de la calle Estafeta...
Voy a ver si encuentro algo de comer, que esto es muy pequeño y los domingos (hoy) cierra "el" bar del pueblo... Menos mal que, como dice la Biblia, Dios siempre provee, y en otoño los nogales dejan caer sus nueces al suelo, y yo me las como. Ayer les tocó el turno a las castañas francesas..." Larrasoaña, 23-Oct-2011.
Próxima etapa: Camino de Santiago Francés - Tercera etapa. De Larrasoaña a Pamplona
Etapa anterior: Camino de Santiago Francés - Primera Etapa. De Saint Jean Pied de Port (Francia) a Roncesvalles
Gracias por llevarme contigo en esta segunda etapa.Yo hubiera necesitado un poco más de tiempo para disfrutar de los detalles medioambientales, pero me acomodaré para no incordiar. Y nada de bromas con las señales de Stop.Para un poco.
ResponderEliminarUn abrazo, José Luís.
Alfonso, es una delicia pasear acompañado de tus palabras. Te felicito. Ganas me entran de echarme la mochila a la espalda y empujar un pie y luego el otro.... Un abrazo. JC
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