Sonrisas y alegría... que perduran durante todo el año
La chimenea mantenía en un letargo el fuego que había calentado el salón de la casa durante la noche. Las brasas cenicientas seguían vivas en su interior, y un suave soplido podría hacerlas revivir en un instante. El abuelo se había levantado pronto y se había sentado cerca de la chimenea, donde se notaba más el calor. Su libro preferido se encontraba abierto entre sus manos, y su cuerpo estaba cubierto con una manta de lana adornada con bonitos cuadros escoceses.
Sus nietos, Cristina y Diego, fueron los primeros en levantarse por la mañana, y salieron de su habitación disparados al salón, donde pensaban seguir jugando con los regalos que Papa Noel les había dejado unos días antes bajo el adornado abeto navideño. Sus caras radiantes de alegría eran reflejo de la ilusión de su interior. Pero al ver al abuelo leyendo en el sillón, prefirieron sentarse en su regazo bajo la manta.
- “¿Qué lees?”, le preguntó Cristina.
- “Es mi libro preferido”, le contestó él. “Se titula ´´¿Por qué correr?´´”
El día se había despertado con niebla, una niebla tan espesa que imaginas la puedes cortar en trocitos, como el turrón blando del postre navideño. Era el día de Fin de Año, día mágico para algunos, día de cambios, día de nuevos propósitos. San Silvestre, famoso por coincidir su celebración con el día en que, año tras año, terminamos la última hoja del calendario, se ha hecho aún más popular gracias a las numerosas carreras que se celebran en esta singular fecha.
El abuelo había sido un conocido corredor en su juventud y aún seguía entrenando, ahora distancias más cortas y a ritmos más suaves que antaño. Hace años, antes de ir a trabajar, corría a diario unos 20 Km, y el domingo no bajaba de los 40 Km. No sabía por qué se levantaba e iba a correr, hiciera frío, viento, sol o lluvia. Costaba levantarse de la cama, pero al terminar se sentía tan a gusto consigo mismo que no quería dejar de sentir dicha sensación. Pero no entendía por qué decidió correr, y aun seguía buscando la respuesta en sus libros.
Pero Diego, con la sencillez y espontaneidad que sólo los pequeños poseen, le dijo:
- “Abuelo, yo lo sé. Corres porque sonríes y te hace feliz”.
Y era verdad...
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Con este relato corto he participado en el "II CONCURSO LITERARIO 400 PALABRAS - Relatos de running navideño", organizado por la tienda "400 metros - running free" de Leganés, en colaboración con el programa "A Tu Ritmo" de la emisora Vinilo FM.
El nivel de los relatos ha sido muy alto. Los diez finalistas del concurso los podéis encontrar en este enlace. Pero si prefieres escuchar su narración con voces radiofónicas, lo puedes lograr en este otro enlace. ¡Que los disfrutes!
Tras las votaciones del público y la deliberación del Jurado, el ganador del público ha correspondido al relato "Liebres", mientras que el gran premio del jurado se lo ha llevado el relato "El Menú de Nochebuena", que podéis leer a continuación:
Liebres, por ArsèneLupin.
Salgo de madrugada, como siempre, para no fastidiar. Me abrigo y me calzo las nuevas, flamantes, ligeras, neutras, mixtas, carísimas zapatillas que me trajo Papá Noel. Estiro en la plaza que hay delante de casa, noto el frío y me muevo rápido. Enciendo el reloj y el frontal, y arranco a correr. Me siento pesado: los excesos de estos días los noto en las piernas. Pero pronto siento que el frío me pide que me acelere, que mis piernas den más de sí.
Cojo el ritmo y me adentro por el caminal que me lleva a mi ruta de los 10 kilómetros. No se escucha más que el rumor de algunos camiones, mis pisadas y… Un ruido entre los árboles.
Me asusto y mi pulsómetro lo evidencia en que mis pulsaciones se disparan a pesar de no haber aumentado el ritmo. Un perro grande, negro. Parece hambriento. Bajo el ritmo hasta casi caminar. Pese a mantener la cabeza fría, me descubro con miedo y me agacho en busca de alguna piedra, palo o equivalente que me pueda proteger en caso de que…
Pero qué haces?
Quedo completamente quieto, estático. Contengo la respiración. Se me acerca y me huele. No parece que quiera atacar.
Pareces asustado.
Y tanto que lo estoy. Odio los perros en esta tesitura: en la oscuridad, en silencio. Pero me aterran más los que te hablan.
No te aburres corriendo?
Nunca contesto a los perros extraños. No sé, llámalo educación, respeto, indiferencia…
¿Sabes lo que pienso de vosotros? Algo de vicio hay en esto que hacéis algunos. No debe de ser saludable machacarse para correr porque sí. Vale, que lo hagan los deportistas de élite, que les pagan. ¡Pero tú, como el resto, pagas por correr en carreras de pueblos! ¿Por qué corres? ¿Por una camiseta?
Acelero el ritmo y el perro, insistente, me sigue.
Mira, te acompaño un poco. Llévame hasta una fuente y un cubo de basura y ya me apaño y no te doy la brasa.
Bajo de 4 minutos en los últimos kilómetros, pero el perro parece fresco. Llego exhausto. Hay luz en la ventana de casa. Los niños deben de haberse despertado para ver los regalos que les han dejado los Reyes. El mayor me ve, se asoma por la ventana, me saluda.
¡Hala, qué regalo más guay! ¡Un perro! ¡Súbelo, papi, súbelo!
El menú de Nochebuena, por PreMarathon.
Y así fue como, durante su tirada larga dominical, Andrés decidió que mataría a su vecino del quinto, perdón, creo que he destripado el final del cuento, bueno da igual, empezaremos por el principio.
Andrés era un corredor popular del montón pero muy informado, ya que cada mes se leía todas las revistas de “running” del kiosco y era fiel seguidor de todos los blogueros de moda de este mundillo.
Todos los años, en épocas pre-navideñas, se obsesionaba con no perder ningún entrenamiento y, sobre todo, no aumentar de peso, perdiendo siempre la batalla contra su famoso archienemigo: “las comidas de navidad”.
Ya tenemos al protagonista del cuento, un corredor que vive con miedo a no seguir su plan de entrenamiento y como dice Yoda: “El miedo es el camino hacia el lado oscuro”.
A una semana de Nochebuena, Andrés seguía pensando como aligerar las comidas navideñas mientras perdía el tiempo en un concurrido foro de corredores comentando la salida del último Garmin, pero algo llamo su atención, junto a un anuncio brillante de “Alarga tu zancada” encontró un post que decía “La comida que te hará correr más rápido”, una señal divina pensó. En resumen, el artículo decía que para correr rápido había que comer carne de animales rápidos: liebre, potros, ciervo, etc. y aportaba referencias a estudios de una Universidad del Congo sobre la dieta de los guepardos.
Pasaron los días mientras cavilaba como pasar del típico pavo navideño a estofado de ciervo o al conejo al ajillo. En esos pensamientos estaba inmerso durante su tirada “larga y lenta”, tal y como indicaba su penúltimo plan de entrenamiento “maratón sub-10h”, cuando se cruzo con su vecino, también corredor popular. Éste le dijo con una media sonrisa: no te preocupes, que aflojo el ritmo y vamos juntos charlando. Lo de aflojar era un decir, porque los siguientes kilómetros fueron un calvario para Andrés, casi sin poder respirar y escuchando el “Postureo Runner” de su vecino. Casi acabando, su vecino le preguntó por la próxima San Silvestre, diciendo que él la correría, pero que estaba en muy mala forma, casi lesionado.
«Pedazo de “Runner de mierda”, lo mismo me dijiste el año pasado y me sacaste 20 minutos en solo 7 km», pensó Andrés a la misma vez que vislumbraba por fin cual sería la carne que añadiría al menú de Nochebuena.
Enhorabuena a los campeones y a todos los finalistas. Y además, FELICIDADES a "400 metros - running free" y a "Vinilo FM" por esta estupenda iniciativa.
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