Domingo, 10 de Noviembre de 2013
Estaba inscrito en esta carrera desde el pasado Mayo, y por fin volvía a este escenario que me cautivó el año pasado, a pesar de la lluvia caída en la edición 48. Un recorrido bonito por el País Vasco uniendo la frontera francesa con la capital donostiarra. Dos desniveles importantes a salvar, uno en el Km 8, el alto de Gainchurizqueta, y el otro cercano a la meta, el Alto de Miracruz, el de menor altura pero el más temido por los corredores.
Una cita que auna los tres motivos claves para apuntarme a una carrera este año: es una carrera clásica y/o solidaria, que está organizada en un lugar interesante (¡¡¡Qué bonito es Donosti!!!... Y qué olas !!!) y además se come bien (¡¡¡Pero qué bien se come en el Norte!!!). Y en esta ocasión se añade un nuevo ingrediente: el incondicional público a lo largo de los 20 kilómetros de carrera. ¡¡¡Qué afición se reune en la Behobia!!!
El sábado por la tarde me acerqué junto con mi familia al velódromo de Anoeta, donde se concentraba la Feria del Corredor. Un ambiente extraordinario en el interior, a pesar de la lluvia persistente que sonaba sobre las placas del tejado. La buena organización me proporcionó mi dorsal y mi camiseta conmemorativa de forma rápida y efectiva.
La noche transcurrió tranquila, aunque corta, ya que el despertador sonó a las 6:50. Lo primero que hice fue asomarme a la ventana y... sorpresa!!!... la lluvia prevista en el servicio meteorológico no había tenido a bien presentarse. Buenos augurios, al menos para no pasar muchas penalidades en la salida. Había decidido ir en "topo" desde Rentería hasta la frontera, y a las 7:45 estaba en la estación con mi mochila esperando la llegada del tren. El año pasado el tren iba lleno, y cual fué mi sorpresa, y la de mis dos compañeros de estación, cuando al subir al tren nos encontramos con un vagón desierto... pero eso fue sólo un instante, ya que habíamos cogido un tren fuera de servicio que paró dos estaciones más allá. Menos mal que no nos llevó a la Conchinchina... En Ollarzun cambiamos de tren, esta vez sí, lleno de corredores, que finalmente nos llevó hasta la estación de Irún-Ficoba.
Los autobuses de la organización nos acercaron desde la estación hasta la zona de salida de la carrera. Miles de corredores se empezaban a concentrar en aquella zona, donde los camiones del guardarropa y las cabinas de servicio portátiles tenían gran número de "clientes".
En Behobia busqué el punto de encuentro donde se había dado cita la plataforma de promoción del Síndrome Dravet a través del deporte. Allí estuvimos todos, luciendo la camiseta morada distintiva de este grupo de corredores solidarios, ante las cámaras de los organizadores.
Y después, vestido con mi camiseta naranja del Club Atletismo Briviesca, me encontré sin esperarlo con otros cuatro briviescanos, Dani, Oscar, Jorge y Angel, que también se habían acercado a San Sebastián para correr en esta prueba. Inmortalizamos el momento y estuvimos juntos disfrutando del ambiente de la salida hasta el momento en que nos tocara salir.
Unas fotos divertidas con una "corredora" 'peli-azul' con la que hicimos migas durante la espera, y frente al bar Faisán, del que tanto se estaba hablando en las noticias durante los días anteriores.
Mas de 28.000 corredores dirigiéndose paulatinamente hacia la linea de partida, donde se iba a dar la salida de los participantes en diferentes oleadas, en base a la marca acreditada.
Cada uno se protegía del frío durante la espera con lo que podía, y cientos, miles de bolsas de plástico, camisetas y otras prendas quedaban abandonadas a los bordes del camino una vez se acercaba el momento de partir.
A las 9:30 de la mañana se dio la salida a las sillas de ruedas, montadas por incansables atletas en posturas aerodinámicas, y a las 9:45 salieron los patinadores. Todos se dirigieron raudos hacia la meta, que les esperaba, como a todos, en la Alameda del Boulevard de San Sebastián.
Y a nosotros nos tocaba salir a las 10:17. Todo estaba preparado para cruzar por debajo del arco de salida e iniciar el recorrido. Cada uno teníamos diferentes objetivos, pero todos teníamos los ánimos por todo lo alto. Y no llovía !!!!
El disparo de salida sonó en el aire y nuestro grupo empezó a correr a la hora prevista. Antes de nosotros ya habían salido 5000 participantes, y aún quedaban más de 20.000 detrás nuestro esperando a tomar la salida. La carretera se llenó de camisetas multicolor movidas por cuerpos atléticos y ligeros. Mis paisanos tenían un ritmo más rápido, y yo había decidido no tener los mismo problemas que en Bilbao. Por eso pretendí mantener un ritmo medio ligeramente por debajo de 5 min/km, para llegar a San Sebastián por debajo de 1h:40m. ¿Podría mantenerlo?
Poco a poco los kilómetros se fueron pasando sin que la lluvia hiciera acto de presencia, lo que yo agradecí profundamente. La gorra naranja de Jorge se fue alejando paso a paso, hasta que llegué a perderla de vista. Fui quedándome solo, rodeado de cientos de desconocidos, corredores más rápidos que yo que me iban rebasando lentamente. Y así hasta el kilómetro 5, donde llegué en la posicion 7574 a los 23:49 minutos. Un ritmo de 4:45 min/km. Todo iba según lo previsto. Nuestra "amiga peli-azul" levantaba las manos al pasar frente al fotógrafo.
La organización fue perfecta durante el recorrido. Miles de voluntarios dispuestos a ayudar, entre otras cosas preparando los puestos de hidratación y ofreciendo agua. La subida al alto de Gainchurizqueta estaba próxima. Una subida constante de más de 2.5 km que fueron transcurriendo al ritmo previsto. Tomé como referencia a un corredor con camiseta de una cursa catalana, y tan pronto yo le seguía a él como él me seguía a mí, manteniendo así el ritmo constante. La llegada al alto marcaba el kilómetro 8 de la carrera, y llegué allí en menos de 40 minutos. Cientos de personas de todas las edades se habían acercado a las cunetas para aplaudir y dar ánimos a todos los participantes. Una afición extraordinaria a la que, desde aquí, quiero enviar mi más sonoro aplauso.
Y ahora quedaba bajar, por un trazado de toboganes rompepiernas, hasta Lezo, en el km 12, donde había quedado con mi familia para saludarles (y recibir ánimos yo...) hacia las 11:15 de la mañana. Esperaba poder mantener un ritmo inferior a los 5 min/km. Pero antes, bajando el puerto, allí estaba, igual que en las últimas ocho ediciones, el "Pirata de Gaintxurizketa", Jaime Alzugarai, con su furgoneta y su energizante música heavy a todo volumen, enarbolando una bandera pirata junto a una ikurriña. Los acordes de la guitarra hacían que los corredores olvidaran el cansancio y se pusieran las pilas...
Pasé por el kilómetro 10 en la posición 7549, a los 48:31 minutos, lo que supone un ritmo medio de 4:51 min/km. El plan seguía según lo previsto. A la llegada a Lezo descubrí entre los espectadores a familiares de "La Conejera" de San Asensio, Pablo y Lidia, que como todos los años salieron a aplaudir el paso de los participantes. Y a la salida de Lezo, mi madre y mis ti@s esperaban verme pasar desde lo alto del puente, y a pesar de los innumerables participantes, nos vimos. ¡Qué subidón! Importante ayuda para continuar por el interminable y desolado tramo del puerto de pasajes, fea zona industrial que enlaza Lezo con el barrio donostiarra de Trincherpe. La hidratación la mantenía a rajatabla, bebiendo algo de agua en todos los puestos preparados por la organización, incluso sin tener mucha sed. A pesar de la poca belleza del entorno, el público se encontraba presente también en este tramo, animando con carracas de madera el paso de los participantes. Y allí estaba el kilómetro 15, en mitad del puerto, al que llegué en el puesto 7550, tan sólo una posición por detrás que en el paso de los 10 km. Habían transcurrido 1h:12m:40s desde el pistoletazo de salida, a un ritmo medio de 4:51 min/km. Constante y preciso como un reloj suizo. Sólo quedaban los últimos 5 Km... ¡¡¡Venga, vamos... A por ellos!!!
Y llegamos a Trincherpe, donde voluntarios anónimos repartían trozos de naranja a los corredores. ¡¡¡Qué bueno estaba el trozo que me tocó a mí!!! Y qué bien me vino antes de iniciar la subida al Alto de Miracruz. Y allí, subiendo, me encontré con el punto de animación del equipo morado del Reto Dravet, animando a todos sus colaboradores a su paso.
En la subida al alto de Miracruz la concentración de público era máxima. Sin embargo las fuerzas empezaban a ser mínimas. El kilómetro 17 marcaba la cima de esta pequeña elevación que, a estas alturas de la carrera, parecía enorme. Pero los aplausos me empujaron a seguir hacia la meta. Sólo quedaban 3 km, pero se hicieron largos, incluso aprovechando la bajada por la Avenida del Alcalde Elosegui. El último puesto de hidratación en el km 18 lo vi de repente, y me lo salté por encontrarse en el borde de una amplia rotonda. A pesar de echar en falta un poco de agua, decidí no parar y seguir corriendo. Sólo quedaban dos kilómetros.
Frente a nosotros comenzaba la Avenida de Navarra, que iba a acercarnos, paso a paso, hasta el barrio de Gross. Muchos reconocieron el nombre de Briviesca en mi camiseta, y animaban pronunciándolo con entusiasmo: "Venga, Briviesca!!!", "Ya casi estás, Briviesca!!!", decían. Palabras mágicas que hacen que te olvides del cansancio, del dolor y de la falta de aire, y que sigas corriendo zancada a zancada hacia la meta. Y así, de repente, una fuerte ráfaga de aire con olor a mar me golpeó en la cara, anunciándome que estaba en la última curva, frente a la playa de la Zurriola.
El singular edificio del Palacio de Congresos del Kursaal estaba allí delante, y ya sólo quedaba un kilómetro para la meta. El Puente del Kursaal, con sus farolas únicas sobre la ria del Urumea, me dejaba ver el hotel María Cristina a su izquierda y me daba la bienvenida a la Alameda del Boulevard, con mucho público, animación y música.
Y allí, al fondo del Boulevard, pude ver el reloj digital con sus números rojos que iban cambiando segundo a segundo. Todos los corredores iban hacia él, como atraídos por una fuerza invisible.
No había ya de dónde sacar, pero ese reloj fue el revulsivo para sacar fuerzas de flaqueza y comenzar un intenso sprint en los últimos 400 metros hasta la meta. Alargué la zancada, me concentré en el ritmo de la respiración y me dirigí a cruzar el arco de llegada en el menor tiempo posible.
Y así, con los brazos en alto, crucé por debajo del arco a las 11:54:20 de la mañana, 1hora:37min:10seg después de tomar la salida, con un ritmo final de 4:51 min/Km. La clasificación final me coloca en el puesto 8083 de los más de 28000 participantes, habiendo terminado en la posición 445 de los 1888 corredores de mi categoría. Un buen resultado, mejor de lo esperado. El video de la llegada, del Diario Vasco, se puede ver haciendo "click" sobre la imagen de la llegada.
Haz "click" sobre la imagen para ver el video de la llegada (1h:54m:20s) |
Alegría final tras cruzar la meta. Rehidratación, fruta y medalla conmemorativa de la carrera. Ganó el gallego Pedro Nimo, con un tiempo de 1:04:29. Mi más sincera enhorabuena. Enhorabuena también para el resto del grupo de briviescanos, que llegaron antes que yo según pretendían. Nos hicimos todos juntos una foto de recuerdo en la Plaza de Guipuzcoa, antes de ir a ducharnos y a comer. Y también mi enhorabuena para el trio de corredores gallegos, de La Coruña, con los que coincidí comiendo tanto el sábado como el domingo. Espero que los problemas con el chip de uno de ellos, que deberia haber marcado un crono de 1h:14min, pudieran resolverse.
Tras la carrera me enteré que una corredora navarra, Arantza Ezquerro, de 30 años, que había venido a correr en compañía de su novio y una amiga, había fallecido de un paro cardiaco a 1 km de la meta. Una fatalidad enorme para una carrera cuya organización había sido impecable. Desde aquí mi más sentido recuerdo para todos sus familiares y amigos.
Mi amigo donostiarra, el peregrino Gabi, me acogió amablemente en su casa tras la carrera para poderme duchar y cambiar de ropa. Y tras la agradable sensación del agua caliente sobre el cuerpo cansado y dolorido, salimos a buscar algo con lo que alegrarnos el día. El ambiente en la parte vieja de San Sebastián era increíble, lleno de corredores que atestaban las calles llenas de bares.
Y es que las creaciones que cubrían los mostradores de numerosos bares eran dignas de exposición. Así que, junto al resto de la familia, tapeamos y degustamos algunos de los pintxos que, de forma sugerente, parecían decirnos: "Cómeme..."
Un fin de semana familiar y deportivo a la vez, visitando una ciudad extraordinaria, con mar y playas. Participando en una carrera clásica por un paraje estupendo, donde una incontable muchedumbre agolpada en los bordes del recorrido se volcó a animar a los participantes. Y además, una gastronomía incomparable que sorprende y agrada tanto a la vista como al paladar. Y por si fuera poco, la lluvia nos dio cuartelillo durante la carrera... ¿Qué más se puede pedir?
Nota: parte de las imágenes de esta entrada se han tomado de la colección de fotografías publicadas por el Diario Vasco. La colección completa de imágenes de dicha publicación la puedes encontrar pinchando aquí.
Muy buena crónica.
ResponderEliminarMuchas gracias, Karpov. Me alegro que te haya gustado.
EliminarComo siempre genialmente descrito haciendonos vivir la carrera, ¡¡enhorabuena Alfonso!!
ResponderEliminarUn saludo,
A.Alaminos
Gracias, Alberto. Como siempre, un placer saber que me lees, y lo que es mejor, saber que te siga gustando lo que escribo.
EliminarUn abrazo!!!