miércoles, 29 de agosto de 2012

Ginkgo Bilova, el árbol de las mariposas

     Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, los árboles que vivían en la Tierra tenían libertad de movimiento, pudiendo desplazarse de un lugar a otro a voluntad. Siempre era primavera y el viento soplaba meciendo sus hojas con suavidad.


     Pero un día los arboles de hojas anchas, que se habían vuelto vanidosos, desafiaron al viento. Decían que eran tan fuertes y flexibles que ni el más terrible huracán podría arrancarles las hojas. El viento se enfadó muchísimo y aceptó el desafío. Los árboles de hojas finas se refugiaron en las cuevas o se escondieron al abrigo de las montañas, mientras que los grandes árboles de hojas anchas esperaron al viento... y empezó el temporal.

     El viento sopló con fuerza, con tanta fuerza que arrancó las hojas de los mas soberbios. Pero su intensidad arrastró también a los pequeños animalitos y a las mariposas. Un árbol de hojas finas vio una nube de mariposas azotadas por el viento que estaban a punto de morir. Algunas, extenuadas, dejaban de mover las alas y se estrellaban contra el suelo. El árbol de hojas finas no podía permitir que se perdiera algo tan bello, así que, a pesar del peligro, salió de su refugio e intentó salvarlas. El viento soplaba tan fuerte que arrancó todas sus hojas y algunas de sus pequeñas ramas, pero él extendió el resto de su ramaje y todas las mariposas encontraron refugio.




     Cuando paró el viento, las mariposas volaron libres, y fueron en busca de un lugar más cálido, porque aquel huracán había traído el invierno consigo. Los árboles no podían moverse ni huir, porque habían transformado sus pies en raíces para no ser arrastrados por el huracán. El viento pensó que vivir siempre sin hojas era un castigo exagerado, pero aquellos arboles vanidosos no podrían olvidar nunca que, a causa de su orgullo, cada año llegaría el invierno y perderían todas sus hojas.


     Al llegar la primavera siguiente, a todos los árboles les brotaron hojas nuevas, menos a aquel de hojas finas que había salvado a las mariposas. No le salió ninguna hoja, mostrándose totalmente desnudo en medio del bosque. El árbol estaba muy triste, pero cuando regresaron las mariposas, al verlo así, se posaron en él para hacer de hojas, ya que le estaban muy agradecidas por haberles salvado la vida. Nunca nadie había visto un árbol tan hermoso. Hicieron esto tantas veces durante tanto tiempo que las mariposas llegaron a convertirse en hojas de verdad.... y así nació el Ginkgo, el árbol sagrado del Japón.



     Cuando leí esta leyenda hace años, quedé encantado con la historia, y ahora que están ardiendo tantas hectáreas de bosques, me ha vuelto a la memoria.

      Esta especie, el Ginkgo, es un fósil viviente y el árbol más antiguo del mundo. Su existencia se remonta a más de 250 millones de años de antigüedad, en la época del Cretáceo y Jurásico, donde convivió con los dinosaurios. Inicialmente conocido sólo por los fósiles de sus antepasados, durante siglos se le creyó extinguido, pero en el siglo XVII se descubrieron nuevos ejemplares en Japón, donde se cultivó en templos budistas durante centenares de años. Era considerado un árbol sagrado, por lo que estuvo protegido dentro de los monasterios, fuera del alcance del resto del mundo. Hoy se ha convertido en una especie muy apreciada como árbol ornamental, compuesto por variedades de diferente porte, y no es difícil encontrarlo en numerosos parques y jardines de nuestras ciudades.

     El Ginkgo es casi la única conífera que pierde sus hojas. Este árbol milenario es conocido como "El Árbol de la Vida", y sus hojas y ramas contienen sustancias con propiedades beneficiosas para el ser humano. Cuenta la tradición que bajo sus tupidas ramas y contra su grueso tronco, el Gran Buda descansó de su largo viaje y allí realizó la meditación donde encontró la iluminación. Yo no se si eso será cierto o no, pero te lo dejo a ti para que lo averigües...


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