lunes, 8 de octubre de 2012

Camino de Santiago Francés - Sexta Etapa

De Estella a Los Arcos

Jueves, 27 de Octubre de 2011


     Nos tenemos que despedir de Estella, centro urbano principal de la región que, desde el medioevo, recibe el nombre de Tierra Estella, y por donde discurrirá parte de nuestra jornada de hoy. La tarde-noche anterior me encontré, cuando llegaban al albergue, a las familias macro-numerosas francesas que conocí en Larrasoaña tres días atrás, y a las que creía más retrasadas. Fue una agradable sorpresa volverlos a encontrar y saludarlos. En el albergue pasamos la noche acompañados, además de por otros desconocidos, de los tres amigos leoneses, la peregrina coreana y sus otros dos paisanos, los amigos Trini, Jordi y Ana de Blanes, la australiana Linda, Eva la francesa, la mejicana Ana... Un grupo variopinto de gente que, día a día, se ha ido convirtiendo en nuestros compañeros inesperados de aventuras...

     Dejamos Estella tras desayunar en una estupenda cafetería, que Gabi ya había seleccionado la tarde anterior en una de sus inspecciones de la ciudad en busca de la piedras del puy. Yo no sabía qué era lo que estaba buscando, pero dichas piedras son un dulce típico estellés que consiste en un disco de chocolate con avellanas bañadas también con chocolate... Pura energía "natural" para el duro Camino... que nos iba a hacer falta según pintaba la mañana. Dejamos la cafetería pertrechados con nuestros ponchos de viaje, que a pesar del aspecto un tanto "jorobado" que nos daban, nos protegían de forma inmejorable de la suave lluvia que caía en Estella.


     Salimos de Estella, todavía oscurecido, camino del Monasterio de Irache, donde los Reyes de Navarra fundaron a mediados del siglo XI el primer Hospital de Peregrinos del Reino. Desde las afueras de Ayegui, y ya con las primeras luces, se podía ver los contornos del Monasterio recortados sobre el las laderas envueltas en niebla del Montejurra, emblema de la Tierra Estella y mítico escenario de una batalla donde los carlistas derrotaron a las tropas liberales en 1873.




     Rodeado por viñedos aparece la fábrica se Santa María la Real. La iglesia, de mediados del siglo XII, consta de tres naves y una hermosa puerta de San Pedro. Entre los añadidos posteriores destacan el claustro plateresco, del siglo XVI y la torre herreriana del XVII, así como otros anexos destinados en su época a albergar la primera universidad de Navarra.


     Pero Irache también atrae hoy en día al peregrino por otro motivo, y es la presencia de la única fuente en todo el Camino de la que, además de agua, mana vino!!!. Así los caminantes pueden reponer fuerzas, calmar su sed y elevar su ánimo de cara a los kilómetros que les esperan por delante. Y eso es lo que hicimos, junto con la pareja de peregrinos coreanos, antiguos conocidos desde Roncesvalles, y un peregrino norteamericano que no se creía lo que estaba viendo. La fuente es super moderna y dispone de una cámara web "on line" donde se puede observar durante el día lo que está ocurriendo en cada momento.


     Después de esperar a que los amigos coreanos llenaran una botella con el preciado y oscuro líquido, y tras la foto de rigor, continuamos nuestro camino hacia Villamayor de Monjardín, el pueblecito situado en mitad de la ruta prevista para hoy y último punto donde avituallarse antes del destino final. Los colores del otoño, dorados, cobrizos y brillantes rojos, se mostraban en todo su esplendor tanto en los viñedos cercanos a Irache como en los árboles caducos que aparecían a lo largo del camino, lo que suponía una alegría para la vista y un aliciente para seguir la marcha.


     Continuamos nuestra ruta en busca de Azqueta, pueblecito a 7.5 Kms de Estella, poniendo un ojo (como el del paso bajo la carretera de Igúzquiza) en el camino y otro en el cielo, ya que las nubes se iban volviendo más y más amenazadoras a cada momento.


     Según nos íbamos acercando a Azqueta, el camino iba elevándose, permitiendo tener una vista panorámica de Tierra Estella. Con sol hubiera sido diferente, seguro, pero aún con la luz de este día la vista era espectacular. Un poco más adelante nos esperaba la torre de la iglesia de Azqueta, dedicada a San Pedro, dominando el perfil del pueblo que se recortaba sobre el fondo gris.


     Rodeamos el pueblo por la derecha, y el agua empezó a caer en ese momento con más fuerza. Se acabaron las fotos de momento. Mientras una fuerte pendiente nos acercaba paso a paso a Villamayor, nos encontramos con la peregrina coreana con su poncho amarillo  que se estaba protegiendo de la lluvia en la Fuente de los Moros, aljibe medieval de estilo gótico abovedado, cercano al pueblo. Tras charlar unos instantes con ella, continuamos nuestro camino en busca del bar del pueblo, último lugar donde abastecerse de camino a Los Arcos.

     No tengo ninguna foto de la Fuente de los Moros, porque entre la charla y la lluvia se me pasó tomarla, pero buscando en la web me he encontrado con estas estupendas acuarelas de Antón Hurtado, artista peregrino merecedor de una visita a su página web, donde muestra, además de la vista de Villamayor de Monjardín y el aljibe medieval que incluyo aquí, muchos lugares por los que hemos pasado ya en nuestro recorrido, y otros por los que tendremos que pasar en etapas posteriores.


     Y llegamos a la Plaza Mayor de Villamayor de Monjardín bajo una suave pero insistente lluvia. Antes habíamos dejado en una parada de bus del pueblo al caminante norteamericano que vimos en el Monasterio de Irache, no se muy bien si descansando o esperando a que pasara el vehículo para que le llevara hasta el final de etapa. Y encontramos el bar, y dentro de él a los tres peregrinos leoneses, Mauro, Jesús y José Enrique, que como ya mencioné en otra entrada, tienen gustos y costumbres gastronómicas semejantes a las nuestras, porque sin haber quedado previamente, iremos coincidiendo con ellos en diferentes puntos estratégicos del camino..

     Un poco de descanso no viene mal, pero si además se acompaña con un pincho de tortilla y un café con leche grande y bien caliente mientras se ve llover a través de la ventana, ¿qué más se puede pedir? El café y el pincho me supieron a gloria, me calentaron y me renovaron los ánimos para seguir ruta bajo el poncho impermeable en cuanto amainó un poco la lluvia. Nos despedimos de los leoneses y continuamos nuestra ruta en perfecta compañía, sin dedicar apenas un segundo al templo de San Andrés y sin poder ver la Ermita del Castillo en el Alto de Monjardín, pico del que toma nombre el pueblo.

     El cielo estaba cubierto y las nubes flotaban en cotas bajas. Volví la vista para observar Villamayor a la espalda, y el aspecto que mostraba era bastante fantasmagórico, envuelta entre brumas, donde la torre de la iglesia de San Andrés se recortaba entre las nubes. Desde el mismo lugar, pero en el sentido de la marcha, se podía ver el pueblo de Luquín, un poco más abajo y separado un poco de nuestra ruta, rodeado de viñedos y envuelto de igual forma entre nubes.


     La marcha durante esta etapa fue bastante silenciosa, preocupados de la lluvia, los charcos, el barro y cubiertos por completo con el plástico impermeable con capucha, que con su continuo roce sobre los oídos hacía prácticamente imposible entender al compañero de fatigas en el caso de que te hablara. Nuestra ruta proseguía entre campos de cultivo en barbecho y viñedos recientemente vendimiados, que se iban intercambiando a lo largo del camino.


     A poco más de cinco kilómetros de nuestro final de etapa, cuando teníamos a nuestra derecha la vista de las sierras de Lokiz y Codés, nos dimos cuenta de que, de pronto, el camino, allá a lo lejos, dejaba de verse, y en su lugar aparecía un telón blanco que se acercaba lenta pero inexorablemente hacia nosotros. A los pocos minutos el cielo se abrió de par en par cuando nos encontrábamos en mitad de la nada, y en esa situación sólo nos quedaba una opción: continuar...


     Fueron 40 minutos de intensa lluvia que nos hizo caminar cabizbajos, intentando protegernos lo mejor que pudiésemos de la incontenible tromba de agua.


     No hubo posibilidad de hacer más fotos, ya que el agua nos acompañó hasta justo las proximidades de Los Arcos, donde llegamos cansados, fríos y mojados a eso de la 1 del mediodía. Entramos en la ciudad recorriendo la larga calle Mayor, desierta, por el centro de la vía para evitar los goterones que caían de los tejados. Tras pasar por delante de la iglesia de Santa María atravesamos el portal de Castilla y, nada más cruzar el río Odrón, llegamos al albergue municipal, atendido por amables hospitaleros de la asociación belga-flamenca. Tras registrarnos, nos quitamos la ropa de agua y nos dimos un ducha laaaarrrrga, calieeennnnte y reparadora antes de cambiarnos con ropa seca para salir a comer.

     Y al igual que la vida cambia de un instante al siguiente sin que nosotros lo pretendamos, sorprendiéndonos con situaciones muchas veces inesperadas, así ocurrió en Los Arcos, donde el cielo gris plomizo y el agua incesante dieron paso a un magnífico día, soleado y de limpios cielos azules, en tan sólo unos minutos. Este es el aspecto que presentaba la majestuosa torre de la iglesia vista desde la entrada del albergue.


     A los pocos minutos de sonar las dos de la tarde en la torre de la iglesia hacía su aparición la Trini, cruzando el Portal de Castilla cubierta con su poncho e iluminada con su permanente sonrisa. Había soportado la lluvia y había conseguido llegar hasta el albergue. Como estaba sola, le esperamos al sol mientras se cambiaba de ropa para irnos a comer juntos. Otros peregrinos que vimos llegar a los Arcos fueron los leoneses que, viendo que aún era pronto y que el día se había quedado tan agradable, decidieron seguir ruta hasta el albergue de Torres del Río, 8 Kms más allá de Los Arcos.


     Nos estábamos planteando si comer el Menú del Peregrino en alguno de los mesones de Los Arcos o tirar del contenido de una máquina expendedora... Puedes imaginarte cuál fue la decisión final, pero nos sorprendió cómo el "merchandaising" había llegado también al Camino, donde las Conchas de Peregrino podrían adquirirse de forma automática por unos módicos 1.80 euros.


     Después de comer, muy bien por cierto, en el Restaurante Mavi, dejé a Gabi y a Trini en el albergue y me fui a dar un paseo vespertino por las calles soleadas de Los Arcos. Descubrí un pueblo con un casco urbano de traza medieval, espléndidamente favorecido por los Reyes navarros, con largas calles paralelas que estuvieron en su día enmarcadas por un cinturón de murallas donde permanecen dos de sus puertas: la del Estanco y la de Castilla, esta última con aspecto de arco de triunfo.

     Los Arcos ofrece en cada rincón una fusión de historia, arte, folclore y gastronomía. La ruta jacobea discurre por la calle mayor a la que asoman hospitales, hospederías y edificios de fábrica noble, que nos muestran la pujanza que tuvo este emplazamiento gracias a su privilegiada situación como confluencia de caminos y al constante fluir de peregrinos. Sus plazas porticadas y sus balcones engalanados lucen soberbios con el sol de la tarde.


     Emplazada al pie de una colina de yesos, a orillas del río Odrón, Los Arcos es la heredera de la antigua localidad romana de Curnonium. Esta villa experimentó un fuerte crecimiento gracias al Camino de Santiago, primero, y a su posición de encrucijada de caminos después. La historia de Los Arcos es la de un pueblo generoso en vino y batallas. En la actualidad es una villa dedicada a la agricultura en la que los servicios también tienen un peso importante, y constituye la cabecera de una comarca de 4.500 habitantes.


     La villa atesora la Iglesia de Santa María, que presenta uno de los conjuntos más sorprendentes del Barroco navarro, de gran riqueza y espectacularidad. Este monumental conjunto reune estilos artísticos dispares en un mismo edificio ricamente decorado, desde el románico tardío y protogótico hasta el renacimiento y el barroco, siendo construido y reformado entre los siglos XII y XVIII.

     Su portada plateresca del siglo XVI es uno de los mejores ejemplos del renacimiento navarro, decorada con cabezas de querubines, una Virgen sedente con el Niño, coronada por ángeles, y las esculturas de San Pedro y San Pablo. Delante de la portada se levanta un pórtico del siglo XVIII de estilo clásico, formado por una galería de siete arcos de medio punto y cubierto por bóvedas aristadas.


     El interior posee un grandioso retablo mayor del siglo XVII presidido por una imagen gótica de Santa María, además de otros retablos de estilo rococó y barroco, altares que albergan reliquias, una sillería manierista en el coro, una interesante cajonería en la sacristía, uno de los órganos más espectaculares de Navarra datado en el año 1760 y un bello claustro del siglo XVI.


     Como a mi siempre me gusta verlo todo desde lo más alto, me encaminé por la calle de Las Cuevas hasta la colina que resguarda la ciudad, y desde donde se puede observar el magnífico conjunto arquitectónico que representa la Iglesia de Santa María, dominando la villa, con su lucernario y la torre campanario como señales identificativas mas sobresalientes.


     La altura de la colina permite divisar toda la comarca, principalmente llana, pero dominada a lo lejos por la Sierra de Codés, montes navarros en el límite con la provincia de Álava, y la Basílica de San Gregorio Ostiense, del pueblo de Sorlada, altivamente situada en lo alto de la sierra vecina.


     Qué tarde más extraordinaria se quedó. Si alguna vez vas a algún lugar donde creas que estoy yo y quieres encontrarme, búscame en el punto más alto, en el mirador más elevado, en la torre más esbelta, que seguro, tarde o temprano, pasaré por allí. En la cima de la colina que preside Los Arcos parecía como si el tiempo se hubiera detenido. Una completa calma lo llenó todo, el sol calentaba amablemente el ambiente y en el cielo se habían quedado colgados unos atractivos retazos de algodón en forma de nubes.


     Pero al cabo de un rato hubo que bajar de las nubes y volver a la vida diaria, donde en muchas ocasiones la realidad y su reflejo son tan semejantes que no podamos diferenciar la una del otro. En este caso un remanso del río Odrón hizo de espejo donde se miraba la coqueta Torre de Santa María. Y mientras miraba el reflejo de la torre aparecieron los componentes de las familias francesas multinumerosas, que en perfecta armonía habían llegado al albergue municipal de Los Arcos desde Estella. Además de la organización llevada a cabo por los adultos, una envidiable colaboración de los chavales, donde los mayores se hacían cargo de los más pequeños en cascada, eran la clave para el éxito de esta aventura.


     El día se acababa y empezaba a caer la noche sobre Los Arcos. Antes de ir a cenar, Gabi y yo buscamos un décimo de la suerte para compartir con nuestros otros amigos peregrinos, con el fin de intentar compensar la mala suerte del día. Y es que Gabi me comentó que no podía continuar acompañándome en el Camino porque el agua de la mañana había estropeado sus plantillas especiales, sin las que no podía proseguir, y debía volver a su querida Donosti. Un ejemplo más de cómo puede cambiar la vida, las situaciones o las relaciones de un instante al siguiente. Esta claro que no sabemos qué puede ocurrirnos mañana, o dentro de 5 minutos, por lo que hay que aprender a aprovechar las ocasiones en el momento en que se presentan.


     Mañana será otro día, un día de ruta larga para adentrarme en tierras de la Rioja antes de alcanzar Logroño... Seguiré mi Camino en solitario, pero echaré mucho de menos a Gabi a partir de aquí...




"Hoy tendría que haber sido una etapa de relax, relativamente corta y de perfil sin demasiados altibajos. Pero sin embargo se ha transformado en una etapa hostil, donde ha hecho falta echar mano del plástico, y no me refiero precisamente a la tarjeta de crédito... Dejamos Estella tras desayunar en la cafetería que Gabi ya había seleccionado la tarde anterior, en una de sus inspecciones de la ciudad en busca de la piedras del puy. Yo no sabía de qué se trataba, pero dichas piedras son un dulce típico estellés que consiste en un disco de chocolate con avellanas bañadas también con chocolate... Pura energía "natural" para el duro Camino... Mientras yo descubro plantas y monumentos, Gabi prefiere buscar pastelerías y restaurantes... Es lo que me ha dicho que os cuente (ja, ja, ja)...

Cruzamos el puente de Estella camino de Irache a las 8:20 de la mañana, y nos fuimos acercando al Monasterio con las primeras luces de la mañana. Dichoso monasterio!!! Yo también quisiera tener una fuente a mi puerta como la que tienen los monjes a la suya!!! Una fuente de la que mana vino!!! Y vino de Irache, ni mas ni menos... Y había cola para probarlo!!! Después de esperar a que los amigos coreanos llenaran una botella con el preciado líquido, y tras la foto de rigor, continuamos nuestro camino hacia Villamayor de Monjardín, el pueblecito situado en mitad de la ruta prevista para hoy y último punto donde avituallarse antes del destino final.

Cultivos de cereales y viñedos, con algún que otra esparraguera y olivar es lo que nos ha acompañado hoy a lo largo de la ruta, con la excepción de un monte de rebollos y encinas que han dado un punto de color y bosque a la marcha. Antes de llegar al punto intermedio, la lluvia ha amagado y nos ha regalado con un preámbulo justo antes de llegar a la Fuente de los Moros, un aljibe manantial del siglo XII a la entrada de Villamayor de Monjardín muy bien conservado. Tras un café con leche y un pincho de tortilla en el bar del pueblo (que me ha sabido a gloria bendita...), hemos seguido ruta observando con temor el cielo, cada vez mas cubierto y encapotado.

Varios peregrinos sudorosos, a los que hemos ido adelantando, se habían pertrechado con su poncho para la lluvia, igual que habíamos hecho nosotros. Ha sido a unos 6 Km de Los Arcos, nuestro destino final, cuando el horizonte, que había estado brumoso hasta entonces, se ha pintado de color blanco por la manta de agua que se ha ido acercando, lenta pero imperturbablemente, hacia nosotros. El cielo se ha abierto cuando nos encontrábamos en mitad de la nada, y en esa situación sólo nos quedaba una opción: continuar... Han sido 40 minutos de lluvia que nos ha acompañado hasta justo las proximidades de Los Arcos, donde hemos buscado el albergue municipal para quitarnos la ropa de agua y darnos un ducha laaaarrrrga, calieeennnnte y reparadora antes de prepararnos para salir a comer...

Y cuál ha sido nuestra sorpresa que, nada mas salir de la ducha, este era el aspecto que mostraba la Iglesia de Santa María de los Arcos al salir del albergue para ir a comer, con un cielo totalmente despejado, azul brillante y una torre esbelta y reluciente por la luminosidad de los rayos del sol... cómo cambia la vida, las situaciones y las relaciones de un instante al siguiente... Esta claro que no sabemos qué puede ocurrirnos mañana, o dentro de 5 minutos, por lo que hay que aprender a aprovechar las ocasiones en el momento en que se presentan... Y por eso estoy ahora mismo sentado a la puerta del albergue, cara al sol (sin connotaciones...) y recargando el cuerpo con la energía de este generoso astro al que tanto hemos añorado a lo largo de la mañana...

Mañana será otro día, un día de ruta larga para adentrarme en tierras de la Rioja antes de alcanzar Logroño... Pero esta vez tendré que seguir en solitario porque, desgraciadamente, Gabi ha tenido un percance (nada grave) con sus plantillas especiales y no puede seguir caminando, así que se vuelve a Donosti mañana por la mañana para repararlas... Seguiré mi Camino en solitario, y le echaré mucho de menos a partir de aquí... Pero prometo seguir contándoos a todos los avatares del Camino.

Saludos!!!"
    Los Arcos, 27-Oct-2011.




Próxima etapa: Camino de Santiago Francés - Séptima Etapa. De Los Arcos a Logroño

Etapa anterior: Camino de Santiago Francés - Quinta etapa. De Puente la Reina a Estella


4 comentarios:

  1. Alfonso, vaya currada la entrada en tu blog. Precioso el reportaje.
    Voy a hablar con las autoridades eclesiásticas para que te hagan el reportero oficial del Camino.
    Un abrazo

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    1. Ja, ja, ja.... Acabo de volver de otra sesión "Caminera", esta vez por el Camino del Norte, entre Avilés y Finisterre, y tengo que ver cómo colgar todo lo que traigo en "la mochila" y en la cámara (mas de 2000 fotos...) de forma ágil y amena, porque con el reportaje del Camino Francés voy con un año de retraso... Gracias por los comentarios, pero casi mejor que no me hagan reportero oficial del Camino porque las noticias llegaría más secas que una pasa...!!!
      Un abrazo enorme.

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  2. Alf, felicidades por tu reportaje. Qué dedicación y qué bueno. No sabía si leerlo -a buen seguro, me entrarían ganas de calzar botas y mochila y salir en busca de la ruta amarilla-, pero tenía que arriesgarme. Y me ha encantado, me ha transportado, me ha hecho vivir y revivir el Camino y, lo mejor: me ha sacado de la puñetera rutina diaria. Me ha costado resistir la tentación de echarme a la calle y Caminar para encontrar todos los kilómetros cero del mundo. También es cierto que llovía y no tenía a mano un paraguas, o un chubasquero. Por cierto, ¿por qué chubasquero y no lluviero? Un abrazo y muchos ánimos para seguir dándonos estos pedacitos de ilusiones y emociones.

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    Respuestas
    1. Juancé,
      Es un lujo tener lectores como tú, que dejan comentarios como este. Lo cierto es que tus palabras son un estímulo para seguir alimentando el blog con nuevas entradas, compartiendo los sentimientos y experiencias vividas con todo aquel que quiera leerlas.
      Por cierto, lo del "lluviero" es una buena idea, porque a veces el agua que nos cae encima no es un simple chubasco que se pasa y punto... es una lluvia constante que dificulta los caminos, pero que limpia el alma y riega el campo... Aunque podría hacerlo por la noche, ¿no te parece? ;-)
      Un abrazo.

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